Saberes Universales, por Soledad Leal.

Siempre he soñado con trabajar en la “Universidad de la Vida”, esa que invocamos cada vez que alguien sin títulos nos dice algo profundo y certero. Le sumo además 35 años siendo instructora primero, luego capacitadora, después conocedora de un tema específico, y por fin un lento y doloroso camino hacia ser una docente, una profe de verdad, para terminar siendo una Maestra, de vida. 35 años para atreverme a iniciar este loco proyecto “Universidad de la Vida”, la de los saberes afectivos, emocionales, los saberes que definen nuestras relaciones, nuestra calidad de vida y como sumatoria, la capacidad de ser FELICES, que es nuestro único proyecto común y verdadero en la vida. Y tocó enfrentar la amenaza de muerte, el encierro, el aislamiento y la ausencia de abrazos, por un virus esquivo, para que me decidiera a iniciar este proyecto en las redes.

Me dí cuenta que me apasiona la EDUCACIÓN y detesto las paredes del aula, los formatos, los cuadros, los controles (era ya Foucaultiana sin haber leído todavía Vigilar y Castigar) y todo lo que hace de las instituciones escolares, (llámense Colegio, Politécnico, Universidad) una institución para controlar, adoctrinar, censurar, vigilar, castigar…

Los Saberes Universales siempre han estado allí, en la naturaleza, en nuestros miedos internos, en nuestras inseguridades, nuestros anhelos, nuestros sueños, en síntesis, en todo lo que está desestructurado. Y por ello arranca Universabes como los viejos peripatéticos, caminando y hablando, sólo que ahora lo hacemos en las redes, mientras el virus nos amenaza…

Pero sueño con las charlas y los chicos a orillas del Magdalena, caminando hacia la punta de un espolón destruido; ó, a orillas de la playa en un Pradomar de arenas negras y empobrecido, o quizá allí frente al oloroso brazo de agua estancada al frente de la Intendencia Fluvial, y tal vez frente al mar de cristalinas olas salvajes en el kilómetro 14 de la Isla Salamanca, y para el Grado, justo allí, debajo de un enorme árbol de la Sierra Nevada, reposando después de jadear un largo sendero. Caminar, hablar, reflexionar, cuestionar, interrogarnos, graduarse allí, donde la fuerza de la naturaleza nos hace recordar lo pequeño y soberbios que somos como humanos.